Rivadavia de Lincoln

RIVADAVIA DERROTÓ A SANTAMARINA Y SE QUEDÓ CON EL CLÁSICO
LA ILUSIÓN QUE ME CONDENA
Y en la tarde del miercoles, ante un Santamarina motivado como nunca, Rivadavia volvió a hacer gala de su aplomo.
El rojo ratificó la levantada y derrotó al puntero del grupo por 1 a 0. El gol lo hizo Gonzalo Gho a los 15´ del complemento. El equipo de Juan Carlos Pirez, con la blanca como cábala, cosechó su segunda victoria consecutiva en lo que va del torneo y se aleja del fondo de la tabla. El domingo se viene otra dura batalla en Puerto Madryn.

Nunca debe esperarse del hombre paciente grandes estridencias. Pasa casi siempre desapercibido y si hay algo que lo distingue es conocer bien sus metas. Por eso parece poco ambicioso, pero en realidad puede serlo aún más que el que lo pregona a los cuatro vientos.

Esa gran virtud trabajó Rivadavia en este comienzo del clausura, perfeccionó partido tras partido, potenciado porque lo hizo en un momento de máxima desesperación y donde fácilmente se pueden perder los estribos, y cosechó su segunda victoria consecutiva en lo que va del torneo. El elenco de Pirez ratificó la levantada, aquella que había emprendido en cambaceres, y continuó en la tarde de ayer. Y fué en el clásico y contra el puntero del grupo.

Desde el pitazo inicial de Conforti, el rojo salío con todo en busca de los tres puntos. En frente estaba un Santamarina que acumulaba tres victorias al hilo.
Apenas comenzado el partido, antes de llegar a los 10', Altamirano dijo presente en el area de la visita con una impecable media vuelta y la pelota que se estrellaba en el travesaño.
El partido estaba planteado con claridad desde el comienzo. Los locales, con más espacios, necesitaban afinar un poco la precisión del último pase para abrir el marcador. Santamarina esperaba que un error rival o una genialidad propia le permitiera emparejar un cotejo que cada vez miraba con menos protagonismo.
Lo tuvo también Gonzalo con un contundente disparo a la carrera, luego de la habilitación de Fernandez, que encontraba bien ubicado al golero visitante.

A pesar de crecer en juego y de tener las chances mas claras, nunca pisó el palito de la tentación y jugó como si nada pasara, como si no tuviera nada que perder. La concentración jugaba un papel fundamental en Rivadavia. Por eso primero rodeó de seguridades a Mauro Beltramella y luego, sin perder nunca la pulcritud, comenzó la envestida contra el seguro Nestor Lo Tártaro. El experimentado portero, verdugo de Rivadavia en varias oportunidades, le tapó un par de pelotas de gol a Oscar Altamirano de gran partido hasta el momento.

Lo más alentador y auspicioso de Rivadavia estuvo en lo que a priori se llevaba la atención: la participación de Gho en el ataque y también reforzando el mediocampo junto a Andrés Alonso. Le bastó con algunos atributos que anteriormente siempre le costaba al equipo: cambio de ritmo, buen pase, gambeta ante la marca escalonada.
Como suele suceder, se impuso la lógica y llegó la ansiada apertura del marcador. Corría el primer cuarto de hora del complemento cuando Gonzalo recibió sobre el sector derecho, levantó la cabeza y con un soberbio remate al segundo palo ponía el uno a cero, resultado que iba a ser definitivo. Golazo para desatar la locura en el complejo e imponer justicia sobre el marcador.
Revancha para el jugador, que en el último partido como local había tenido la mala fortuna de pifiar una pelota en defensa que le premitiría al rival, en ese momento Juventud de Pergamino, empatar el partido y en la siguiente fecha alcanzar a Rivadavia en la tabla de posciciones. Gol y merecido premio al esfuerzo realizado por él.

El rojo, esta vez, justificaba en el marcador todo lo hecho en el campo de juego, aquello que no se le había dado en los dos últimos partidos disputados en Lincoln. Sólido en defensa e incisivo en ataque, controló el medio de la cancha y fué netamente superior durante los 90 minutos. El clásico se estaba quedando en Lincoln.
Por el lado de la visita. Poco y nada. A pesar de estar en desventaja, Santamarina sorpresivamente mostró una tibia respuesta, sin volumen de juego, deambuló y favoreció a un rival bien ordenado. Apenas dos jugadas aisladas que no causaron demasiado sobresalto a Beltramella. Un derechazo de Farías que tapó bien con los pies el arquero y un cabezaso del preligroso Ricardo Vera que controló bien el uno.

El equipo de la ciudad en ningún momento dejó de ser el patrón del campo y la pelota, frente a un rival cuyas sucesivas imprecisiones dejaban en claro que había sentido el impacto de verse en desventaja. Los mediocampistas aurinegros fallaban los pases más fáciles y el nerviosismo se advertía en la mayoría de las jugadas. Apenas algunas apariciones aisladas del delantero Vera, le abría una mínima esperanza a los visitantes, aunque este no encontró socios para la elaboración del juego.

La gran cantidad de público que se acercó al complejo aguardaba de pié el pitazo final del hombre de negro. Con la victoria entre los brazos. Con el orgullo de ganar el clásico. Contra un durísimo rival que venía a Lincoln con chapa de candidato. Y por sobre todas las cosas, con la satisfacción de ver al equipo jugando bien al fútbol y haciendose fuerte como local sin importar cual sea el rival de turno.

Tranquilo, pero no manso. Consistente. Como si peleara por algo más que escapar de la temida promoción. Así presentó Rivadavia sus argumentos para zafar de todo. La ilusión de algo más, por lo conseguido en la cancha contra un gran candidato, quedará para los hinchas. Este equipo quiere otra cosa y, lo más importante, parece que ya encontró el cómo.

Los once: Mauro Beltramella, Sergio Bassa, Leandro Schiavi, Gustavo franco, Leonardo Pringles, Gonzalo Gho, Andrés Alonso, Matías Collman, Alejandro Sepúlveda, Daniel Fernández y Oscar Altamirano.
En el banco: Francisco Ocaña, Mauricio Le Pors, Oscar Alsina, Jonathan García, Pablo Cerfoglia, Emanuel Barboza y Cristian Pereyra.